Asocia la lectura con el placer.
Inicia por lecturas sencillas y que realmente llamen tu atención, de modo que involucrarte en ello no resulte una actividad pesada y por obligación.
Fija horarios.
En especial si lo que buscas es hacer de esto un hábito. Hay ocasiones en que nos encontramos muy cansados o nuestro día simplemente no tuvo un solo momento tranquilo. Por eso, empieza con periodos de tiempo cortos y auméntalos a medida que te vayas acostumbrando.
Concéntrate en la lectura.
Ayudará elegir un espacio iluminado, limpio y tranquilo, libre de distracciones. Enfócate a la lectura y si tienes alguna duda sobre vocabulario, anótala, continúa y búscala más tarde. En ocasiones, detenerse a buscar este tipo de información puede terminar por quitarte el interés y hasta el tiempo que tenías para dedicarle.
Reduce las horas que pasas frente a la telivisión o la computadora.
Es decir, deja de poner el tiempo como excusa. Si controlas ambas cosas (y no permites que te controlen a ti), lograrás tener el tiempo suficiente no sólo para leer, sino, incluso para otras tareas que estabas dejando de lado.
Deja que la lectura te acompañe a donde vayas.
Para los que viajamos en transporte público, tener un libro a la mano resulta una manera increíble de deshacerte del mundo alrededor.
Habla sobre tus lecturas.
Busca amigos o familiares que también gusten de leer y comenta tus lecturas con ellos. También puedes inscribirte a clubs de lectura (presenciales u online).
La velocidad no es tan importante.
Existen un sinfín de herramientas, tips y hasta aplicaciones que prometen ayudarte a leer y entender más en menos tiempo. Sin embargo, siendo sinceros, qué prisa real tenemos por leer más libros que los demás. Recuerda que la lectura debe disfrutarse y si logras hacerla parte de tu vida diaria, la cantidad y la velocidad dejarán de ser importantes.
Fuente:http://revistapaaxsound.com/8218.html